How's Going to End? ▬Capi 1 :]

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Una lluvia torrencial inundaba el cielo de Chelmsford, provocando que la muchedumbre avanzase presurosamente por Victoria Road intentando burlar a las diminutas gotas de agua que caían a gran velocidad. En poco rato, la calle quedó vacía. Tan solo un muchacho de cabellos rojizos, cubiertos con una gruesa capucha negruzca empapada, caminaba por la calle con aspecto mórbido; unas grandes ojeras amoratadas predominaban en la cara del joven, una mirada perdida de apariencia lúgubre, ojos que parecían vagar sin vida, y un esbelto cuerpo que deambulaba bajo la lluvia sin importarle estar empapado. Una opresión en el pecho casi lo impedía respirar, y la boca reseca dificultaba aun más la situación.
Seguía caminando cuando, de pronto, sus piernas se negaron a continuar con aquel martirio, y cayeron inertes al embarrado suelo de Central Park. James no pudo más, y, abatido, dejó caer el resto de su cuerpo y hundió la mitad de la cara en el barro, sintiendo cada vez menos como las pequeñas gotas de agua chocaban contra él. La necesito, murmuraba constantemente, sin ella, estoy completamente muerto. Pero, ¿a quién le importa que yo muera? Está claro que a mi madre no; la muy puta me abandonó en aquel centro de menores para escaparse con el capullo de su novio. ¿Mi padre? Tal vez, aunque lleva años sin querer oír hablar de mí. Con el tiempo, sus llamadas fueron disminuyendo, hasta cesar por completo. Seguramente esté demasiado ocupado follándose a alguna fresca y no pueda preocuparse por su único hijo. Entonces, solo queda...
Un nudo se le formó en la garganta; varios sentimientos le oprimieron el estómago, y, una gota salada que a penas podría diferenciarse de las que surcaban la cara de James, se deslizó por uno de sus ojos y finalizó su recorrido en el barrizal. Patrik, musitó débilmente, Patrik. Patrik tenía razón; era imposible amarme, cuando yo lo a único que he amado realmente es a ella. Y a Patrik... pero era imposible elegir, pues eran dos vicios completamente distintos. Pero él tenía razón. Patrik siempre la tuvo, y yo era el amigo gilipollas que no le hacía caso.
La nariz comenzó a sangrarle, y pronto, el agua que corría por la calle empezó a teñirse de rojo. Sus ojos marrones se apagaron, y el solo pudo cerrarlos lo mas fuerte que la situación le permitía.
Pero, ambos sabemos que por mucho que le ame, ella siempre saldría ganando. ¿Por qué? Porque engancha. Porque empiezas con que por un día no pasará nada; pero ella siempre es mas lista que tú, y cuando sube por tus venas ya no puedes hacer nada. Ya estás acabado. Ella ya ha ganado la partida.
Entonces, reunió al máximo las fuerzas que le quedaban y chilló:
-¡Patrik, se que fui un hijo de puta, pero sabes que siempre te querré!
Aquella lluviosa tarde el 72, James murió.

Sus dedos se deslizaban hábilmente por el fino y ligero papel casi transparente. Dos pares de ojos, fijos en el papel, esperaban con deseo a que uno de ellos terminase de envolver la mercancía en él. Escondidos en el aseo de la cuarta planta del instituto, Patrik y James aguardaban a que la primera hora de clase acabase.
–El porro de los buenos días–dijo James soltando una risita cuando Patrik terminó de liarlo.
–Eh, eh, ¡yo lo he hecho, yo primero!–exclamó Patrik abriendo exageradamente sus grandes ojos azul oscuro. Unos preciosos ojos que James había terminado por evitar.
Pero este hizo caso omiso a lo que su amigo decía y se llevó la droga a los labios, donde dio una profunda calada y dejó salir lentamente el humo de su boca. Se quedó mirando unos instantes al techo del servicio, blanco, pero lleno de mugre y humedad, donde ahora una nube de humo ascendía, hasta que notó que Patrik le quitaba con fuerza el cigarro de la mano.
–Eres un capullo, Jimmy. Yo era el que tendría que haberlo probado primero. Lo hice yo, ¿sabes?–soltó fingiendo un enfado que era evidente que no sentía.
–Venga, enano, no te enfades; prometo no volver a hacerlo–mencionó James mostrando una amplia sonrisa.
–No me llames enano, el hecho de que sea un año menor no me convierte en un enano. Además, casi soy mas alto que tú, nadie diría que tienes diecisiete años, Jimmy–dijo Patrik enfadado. Ahora si que lo estaba, odiaba que lo llamasen enano. Y mas si era James el que lo hacía.
–Vamos, no superas mi frente, nunca serás mas alto que yo.
Patrik no contestó. De hecho, cesó la estúpida conversación cuando James acabó de hablar, y ambos desviaron la mirada hacia las esquinas del diminuto habitáculo, pasándose el cigarrillo amargamente y dando pequeñas caladas en silencio. Últimamente solían tener conversaciones así a menudo, peleas sin sentido provocadas por nada. Se notaba que ya no eran los pequeños Patrik y Jimmy, que se conocieron cuando el último repitió segundo grado, y que desde ahí fueron dos amigos inseparables. Ahora, su relación era tensa, hostil y poco a poco se iba descuidando hasta tal punto que casi llegaban a odiarse. Y lo peor era que ninguno encontraba una razón lógica para ello. El simple hecho de odiar por odiar.
–¡Joder! ¿Has escuchado eso?–preguntó James, rígido.
El sonido del impacto del tacón contra el suelo sonaba cada vez mas cerca de los baños, y la conversación de un hombre con una mujer a mayor volumen confirmaba que alguien se dirigía hacia allí.
–¡Tira el cigarro al lavabo!–ordenó Patrik.
–¡Y una mierda! ¿Tu sabes lo que cuesta esto? Me lo fumo lo que queda y listo–exclamó James.
–¡Vete a la mierda, tu y tus drogas, nos van a pillar!–chilló mientras le arrancaba lo poco que quedaba del cigarro a James de la boca y lo tiraba al lavabo.
–¡Capullo, daba igual, todo está lleno de humo, nos van a pillar igual!
Entonces alguien entró en el servicio, y ambos subieron a prisa a la tapa grisácea del baño, procurando minuciosamente no emitir ruido alguno mientras quien quiera que estuviese fuera permaneciese allí. La pena por saltarse clases era menor, tal vez uno o dos días de expulsión; pero el consumir drogas en un centro educativo y siendo menor podría llevarte a juicio, y de ahí posiblemente a algún centro de menores que hubiese a las afueras de Essex.
El grifo se abrió, y el agua empezó a salir de él mientras el hombre que lo había abierto caminaba de un lado a otro, haciendo un molesto ruido con el pequeño tacón de sus zapatos. Entonces escucharon como la puerta se cerraba de golpe, sumiéndoles de nuevo en el silencio que antes reinaba en la habitación. Patrik bajó bruscamente de la tapa y ambos se quedaron mirando fijamente. Un nudo se formó en el estómago de James; aquellos ojos azules que tanto le costaba evitar, ahora lo miraban fijamente, temerosos y a la vez excitados por la emoción del momento, y así, ambos soltaron una ruidosa carcajada que inundó la sala por unos momentos.